Me emborraché a morir en la acampada de mi grupo de trabajo. Previamente estuve semanas a ritmos de diecisiete horas diarias en Facebook. En España el emborracharse a morir está como bien visto.
En los Estados Unidos de América del Norte, o al menos en la parte de su capital en la que coincidí en caer, se reparten bandejas de tequila en la hora feliz de agasaje al congreso de Wikipedia.
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