miércoles, 13 de mayo de 2009

la ley de la economía sostenible

En andaluz se dice "reponé".

Parece que va a haber 25.000 millones. Pues es muy fácil: A deconstruir asfaltos, y a reforestar las avenidas con huertas urbanas. Tod@s comiendo alimentos sanos producidos sin venenos en un entorno cercano, por la misma gente que habita el lugar. Volvemos a la Tierra. Cultivamos la Tierra, y nos cultivamos nosotr@s mism@s. Paramos la destrucción que se hace llamar Ciudad. Refundamos el concepto originario, un sitio donde hay bares y conciertos, se editan libros y ocurre lo inesperado. Electricistas y fontaner@s se dedican industriosamente a que las instalaciones sean eficientes, con dobles circuitos separados de aguas grises y blancas de manera que el agua para ducharte no está potabilizada sino que sólo está limpia, igual para la lavadora. En cada comunidad de vecin@s un compostaje, que permite entre otras cosas dejar el silencio para las noches sin camiones de basura, y abonar a los seis meses la exhuberancia recuperada. Pipís y cacas de otra manera. No echándolo a un tirar de la cadena que acaba en el mar, perdiéndose por ahí los nutrientes que faltan luego en los campos arados del expolio sudado. Pipís y cacas por separado. Pipís en los árboles, pero no tod@s en el mismo árbol, para eso muchos árboles, por todas partes. Tod@s tendremos el nuestro preferido. Árboles para hacer pipí debajo, pero también para besarse tras ellos. Ese pipí que se chupa la tierra, no huele. El final de los alicatados, de los estropajos, de las lejías. Cacas cagadas sobre un lecho seco. Cacas separadas del fluir del agua, en superación del cólera, de la disentería. Cacas tapadas con serrín, que hacen abonos, sólo para las huertas si somos vegetarian@s. Para otras plantas en otro caso. O para biogás. 

Y bicicletas. Las que no se usan ya las decapamos y al mar. A unas profundidades de 18 metros, donde las olas no las arrastran, pero son capaces de restarle empuje a los temporales, y de propiciar una fiesta de algas calcáreas, esponjas y escaramujo, que levantan de nuevo corales y dan pairo a las praderas de vuelta. Costas fecundas de pesca artesana. Espetos. Fuegos de playa, que no incendian nada, sólo la vida misma. Fuegos de invierno. Bosques sin madera muerta baldía. Campismo, campo, naturaleza. Trenes lentos para llegar a ella. Trenes a cada pueblo, a cada aldea, desde cada sitio y a cada hora. Trenes para volver borrach@ del garito donde tocó el grupo de tu colega. Trenes baratos, muy baratos, para tod@s. Y nada de alambradas, todas quitadas, especialmente las de los parques, la de los colegios, las de los institutos. 

Estrellas. Cielos de estrellas desde las ciudades. Un telescopio Schmidt-Cassegrain por cada alumn@ de 5° de primaria. Que tod@s sepamos dónde está la Tierra. Que quede bien claro, desde pequeñit@s. Y baterias de grupo de rock, muchas baterias, tocadas por chicos y especialmente por chicas, de todas las edades. Metal pesado en melenas largas y torsos descubiertos. Nada de Plomo, nada de Cadmio, contadas veces imprescindibles aparatos cargados de tóxicos, como este ordenador portátil donde esto escribo. Igual que las cacas se separan del agua, ya nunca más los metales pesados han de llegar a ella, ni en los vertederos de basuras ni por que no sepamos que nuestros teléfonos móviles, ordenadores y corazas duras (juanetes metálicos) que nos atenazan, hacen pagar cada gota de sudor de la mina de la que provienen.

Una ciencia validada y consensuada por cada persona como si hubiera sido verdad que Galileo derribó el principio de autoridad académica.

Y de todo esto una ley. Espero verla


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