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Si
la integridad moral de la Unión Europea dependiera de los argumentos
con que la plutocracia de sus capitales maquina los nuevos escenarios
que se avecinan, ya podrían los súbditos y súbditas del actual Reino
Unido que abogan por una desconexión ir sirviéndose unas pintas de
cerveza porque la escabechina vendrá dolorosa. Nadie en la escena
mediática da remotamente razones para sugerir que un Reino Unido
desconectado de la Unión Europea pudiera ser imposible por inviable.
Desde el contiente estamos afrontando este brete de separación
con una absoluta falta de sentimentalidad. Si se te está yendo tu
pareja, aunque ésta se caracterice por la flema, no es tampoco cosa de
quedarte impasible como si sin ella fueramos a vivir mucho mejor.
Ni siquiera se dan argumentos ‘expulsivos’: lo que quedara del
Reino Unido fuera de la Unión Europea y del euro, ni se cuestiona que
permanecería en la OTAN, y a un mismo nivel de importancia, en la liga
de campeones de fútbol masculino. En cuanto al dinerito, varias
capitales continentales se frotan las manos intentando que les quede
bien el traje de noche de una "city financiera". Una Unión Europea sin
poder nuclear militar más allá del francés, y éste en vísperas de una
posible trumpización frexitista, no resuena como una continuidad muy
hegemónica. ¿Qué sería de un "viejo mundo" sin pan y circo unificado y
gladiadores de piernas musculosas que se casan con chicas picantes?
Tampoco se oyen argumentos ‘ruinosos’: Las partes desconectantes
de las Islas dan por descontada su viabilidad como Estado pese a un
momento como este, de grave crisis económica primermundial y también
transatlántica, y se cuenta con su supervivencia como se sobrevivió a
Hitler. Sin este protoestado continental europeo surgido de los
escombros de guerras y de anexiones dramáticas, los pueblos de las Islas
del Reino Unido mantienen su normalidad cotidiana en su derecho no
escrito.
En definitiva: que si los pueblos del actual Reino Unido acaban
siguendo dentro de la Unión Europea no será gracias ni a los dineritos,
ni al poder nuclear militar ni al consagrado estilo balompédico, sino a
que la Unión Europea se manifieste milagrosamente como algo digno a lo
que pertenecer. Las vallas impiden el acceso universal necesitado
alrededor de Calais, no podemos acceder según como a la metropoli, algo
parecido a ese otro muro que puso el imperio romano dibujando Escocia.
Aunque en el contiente no nos manifestemos sobre ello, los
pueblos del actual Reino Unido serán lo que ellos quieran. ¿Y el resto
del nor-occidente viejomundista? ¿Qué queremos? Yo hablo por mí, y por
otros que sé que piensan como yo. Y mi postura es casi suplicante:
¡amigas y amigos súbditos del actual Reino Unido, no os vayáis, no nos
dejéis sol@s! Frente a la chulería con la que las instituciones
nacionales y comunitarias despachan las aspiraciones ciudadanas con un
“déjalos, que se manifiesten, que ya se cansarán”, yo prefiero aferrarme
a vuestro ejemplo y os pido: no os vayáis, no nos dejéis sol@s.
Porque si para algunos es impensable una Europa sin el actual
Reino Unido, yo tengo suficiente imaginación para hacerme a la idea, y
me aterra una Europa sin Inglaterra y sin Gales, que en es posible que
otros se queden atrás. ¿Se lo imaginan, una Europa sin las variaciones
anglosajonas, una Europa reconcentrada en su franco-prusianidad?
En una Europa sin personas inglesas ni galesas, las que
quedásemos tocaríamos a más en todo, por ser menos para repartir: nos
tocaría por cabeza más provincianismo, más aplicación acrítica de las
ortodoxias, más jerarquización mental, más búnker, más humor soso, más
catolicismo corrupto; más de todo per cápita. Sí, ya sé que también en
el actual Reino Unido hay crisis, derecha rancia, obispos, corrupción y
gran capital, pero sospecho que en el reparto del ajuar común saldríamos
perdiendo los que estamos a este lado del Canal de la Mancha; y lo
mismo valdría para los Países Bajos.
Sería además una Unión Europea herida, humillada, lo que
hincharía aún más el nacionalismo eurocéntrico -que también existe
aunque los que se dicen globalizacionistas nunca lo reconozcan-; ese
mismo nacionalismo que con sus sosería y sus patosidades es desde hace
años el mayor fabricante de desconexionistas en Inglaterra y Gales.
Asumo que en el actual Reino Unido hay un número importante de
desconexionistas convencidas que querrían llegar hasta el final -y entre
ellas no figura May, que está a otra cosa, ni tampoco el Partido
Conservador "Tory"-. Pero estoy seguro de que la mayoría de súbditas y
súbditos del actual Reino Unido no quiere salir de Unión Europea: quiere
salir de esta Unión Europea, que no es lo mismo. Pero es que de esta
Unión Europea somos much@s l@s que queremos salir, sin tener la
posibilidad de empoderarnos. De esta Unión Europea fallida, donde no
queda ya principio moral que no esté en crisis, y donde caminamos con
paso firme hacia el autoecocidio.
Por eso digo: amig@s británic@s, no os vayáis, no nos dejéis
solos, quedaos con nosotr@s y cambiemos junt@s esta Unión Europea,
construyamos otra donde ni vosotr@s ni los demás nos sintamos incómod@s,
una Unión Europea que tenga decencia y en la que no tengamos más
motivos para vomitar o avergonzarnos de los que tienen l@s habitantes de
otras hegemonías. Una Unión Europea que ya no podrá ser plutócrata, ni
tampoco tecnócrata, porque el proyecto napoleónico hace agua por
demasiados sitios. Matrística, biorregional, son palabras que todavía
imponen; pero más nos valdría tomarnos en serio esa incomodidad de
ingles@s y gales@s y de tantos europe@s, y apostar por salir de la
crisis desechando todo lo fallido para construir de nuevo, antes de que
se nos caiga encima.
-Salvador Espada, sobre un texto de Isaac Rosa
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